Si hubo algo que llamó tremendamente la atención durante la campaña previa al plebiscito de entrada al proceso constituyente, especialmente en la franja televisiva, fue la dimensión de los esfuerzos por influir sobre el voto del electorado evangélico. Aunque la apelación a las y los votantes pertenecientes a las diversas iglesias evangélicas estuvo presente por ambos lados, cabe notar algunas diferencias.
El esfuerzo fue claramente mayor por el lado del rechazo, incluyendo abiertamente mensajes de autoridades de iglesias u organizaciones evangélicas, como también apelaciones a la Biblia, dejando entrever que el rechazo era la única opción compatible con la identidad evangélica. Por el lado del apruebo, se trató de una campaña predominantemente laica (ciudadanas y ciudadanos evangélicos hablando a sus hermanas y hermanos en la fe) que llamó a ejercer la libertad de conciencia, y que apeló a argumentos más bien políticos que religiosos.
Únicamente de manera reactiva a la franja del rechazo se vio aparecer a algún pastor hablando en la franja del apruebo. Conociendo los resultados de las votaciones en el día de ayer, el análisis de tales resultados en comunas con mayor presencia evangélica permite hacerse una primera impresión acerca del impacto efectivo de los mencionados esfuerzos por influir en el voto evangélico.
La histórica zona del carbón es conocida ya desde hace algunas décadas por su mayoría evangélica y, por otra parte, pertenece a la Región del Biobío, cuna del movimiento “Las Águilas de Jesús”, del que se han derivado “ConFamilia” y, parcialmente, la pequeña “bancada evangélica” de la Cámara de Diputados, que sin dudas fueron protagonistas en la campaña a favor del rechazo dirigida hacia el mundo evangélico. En Lota, que según los datos del fallido Censo de 2012 contaba con un 62,91% de población evangélica, el apruebo alcanzó el 74,84%, y la Convención Constitucional el 78,14%. En Coronel (57,18% de población evangélica según la misma fuente) el apruebo alcanzó el 76,05%, y Convención Constitucional el 78,14%. En el caso de la Región Metropolitana, las comunas con mayor presencia evangélica son, según la misma fuente, La Pintana (21,8%) y Cerro Navia (20,75%).
En La Pintana el apruebo alcanzó el 88,47%, y Convención Constitucional el 85,36%. En Cerro Navia el apruebo alcanzó el 87,74%, y Convención Constitucional el 85,57%. Aunque los porcentajes del apruebo en Lota y Coronel están un poquito por debajo del porcentaje nacional, lo que uno puede inferir de los resultados en las comunas analizadas, es que el voto evangélico no se diferencia significativamente del voto de la totalidad del electorado chileno.
El caso de Colchane, una de las cinco comunas en las que ganó el rechazo, podría analizarse como la excepción que confirma la regla. Aunque no he encontrado el dato de su población evangélica según el Censo de 2012, Colchane es un caso emblemático de territorio aymara convertido al pentecostalismo. Allí el rechazo alcanzó el 74,06%, aunque la Convención Constituyente gano por 57,48%. Pero como observó hace casi cincuenta años el Padre Monast, en el contexto aymara “no se tolerará fácilmente que un individuo vote en contra de la decisión común del ayllu. […] Observemos que semejante mentalidad no se haya del todo dispuesta a aceptar el principio y la realización de una sociedad pluralista, como lo exigen las condiciones de la vida del mundo moderno”*. Esto sugiere que en Colchane existe un factor cultural local que contribuiría a hacer efectiva una eventual orden política de un pastor o dirigente evangélico.
Para analizar el tema en mayor profundidad ayudaría mucho conocer el porcentaje de participación electoral que tuvieron las comunas analizadas. Pero, según lo que sabemos hasta aquí, pareciera que el electorado evangélico ejerce su ciudadanía atendiendo a criterios bastante más amplios que sus propios intereses como minoría religiosa, y que comprende bastante bien que los consejos pastorales no deben confundirse con las órdenes de partido. La ciudadanía evangélica merece ser respetada en su dignidad y conciencia, no solamente por una clase política que con frecuencia cae en la tentación del clientelismo político, sino también por sus propios pastores.
* J.E. Monast. Los indios aimaraes. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1972, p.269.
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