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A partir de su campaña regional “Un Kilo de Amor”, el equipo del Programa Refugio y Migración de FASIC, Región de Arica y Parinacota, el pasado 8 de febrero, realizó la entrega de canasta de víveres a familias en situación de vulnerabilidad, en las dependencias de la sede FASIC en Arica.

Esta ayuda humanitaria fue destinada a grupos de personas migrantes y refugiadas, quienes tienen uno o más hijos/as y actualmente viven en precarias condiciones.

 
Estéfany Farías
Comunicaciones FASIC
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Tras la crisis migratoria que se desarrolla actualmente en el país, Victoria Cardemil, Coordinadora de FASIC Región de Tarapacá, junto a Máximo Corvalan, Artista chileno, quien fue refugiado chileno en Europa en épocas de dictadura y Cristina Bianchi, Socióloga experta en migración, tuvieron la iniciativa de realizar asistencia social en la ruta Colchane, Región de Tarapacá a personas migrantes que se encontraban caminando rumbo a la ciudad desde la frontera el lunes 7 de febrero del presente año. Dichos actores procedieron a entregar kits de higiene y de alimentación a personas en movilidad humana que lograran encontrarse en el camino.
Fue en este operativo, donde se encontraron frente a frente con el fuerte con escenario de ver adultos mayores, niños, niñas y hasta madres con sus bebés en su mayoría de nacionalidad venezolana en la vía terrestre. Muchas de esas personas no contaban con dinero, les hacía falta recursos esenciales y en cada paso que dan se ven expuestos a diversos peligros del camino al que se atreven a cruzar.
 
Estéfany Farías,
Comunicaciones FASIC
 
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Organiza FASIC Arica Fecha: Jueves 19 de febrero Hora: 18:00 hrs. - 20:00 hrs. Vía Zoom Inscripciones al: +569 34310177 Taller dirigido a personas en movilidad humana, con el objetivo de de entregar información respecto a la ansiedad, sus manifestaciones e implicaciones en la salud mental. También se abordará desde la gestión adecuada para la autorregulación.
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Me encuentro en Colchane a unos 4000 metros de altura, en el punto fronterizo entre Chile y Bolivia. Las vacaciones con mi pareja han sido ir a la frontera para poder entrevistarnos con diferentes actores y tomar nota de manera directa de lo que está pasando en esta zona. Vengo realizando una investigación desde 2009, en distintos puntos del mundo, primero siempre en terreno y luego con el desarrollo de obras visuales que permitan abrir preguntas sobre esta problemática. Con todavía mucha información en la cabeza, al recorrer la ciudad de Iquique nos cuesta encontrar el nivel de violencia, la “suciedad” de la que tanto se habla y las hordas de inmigrantes tomándose la ciudad. Vivimos en el Barrio Yungay y a todas luces en Santiago Centro es posible ver en cualquier espacio que lo permita carpas con personas que han llegado no hace tanto tiempo, mezclándose con los que están en situación de calle que ya son reconocidos por los que habitamos en el barrio. La Plaza Brasil de Iquique, lugar donde estaban pernoctando migrantes, ha sido cerrada por un cerco luego de las dos protestas de indignación de los residentes. Es quizás por eso, que nos cuesta ver esas comunidades de carpas tomándose las plazas; sus habitantes temporales fueron trasladados a un campamento llamado Lobitos, fuera de la ciudad, otros se han desplazado al final de Alto Hospicio donde el desierto ya ha comenzado hace mucho tiempo, uniéndose a las nuevas tomas que continuamente se van agregando casi llegando a los basurales. Poco a poco a partir de las conversaciones con diferentes habitantes de la ciudad, nos van contando que la ciudad está siendo “limpiada”, terminología que se escucha por todos lados. Nos encontramos con Gloria, quien usa este nombre como chapa porque recibe contantemente amenazas de parte de las personas contrarias a la llegada de venezolanos. Gloria trabaja en una ONG y presta ayuda humanitaria, coordinada con varios otros actores de la ciudad que tratan de ser creativos para dar solución a los problemas que se van presentando. En el momento en que nos encontramos, se encuentra en el terminal de buses comprando algunos pasajes a Santiago para familias que cargan dos o tres niños. La cara de los padres se desarma ante el encuentro finalmente de un sostén humanitario; otros rompen en llanto ante la imposibilidad de viajar por falta de documentos, ya que los manifestantes que reclamaban contra la violencia quemaron varias de sus pertenecías: documentos, pasaportes, DNI, certificados de los niños, exámenes de PCR, etc. Los niños corren descalzos por el terminal, mientras los padres se agolpan tratando de recibir cualquier ayuda; pero el dinero es finito y finalmente muchas de las familias quedan varadas. Al segundo día, nos dirigimos a una escuela que funciona como albergue de una comunidad de migrantes que recientemente se quemó. Estamos invitados solo como observadores de una reunión dirigida a visibilizar las estrategias de respuesta a los discursos de odio que se han tomado la ciudad. La idea general es identificar como hacer visible el trabajo solidario de muchas organizaciones no gubernamentales en apoyo a la situación migratoria. El análisis crítico que se hace en esta reunión está dentro de la misma lógica de lo que hemos podido ver en las calles: las ayudas en concreto están dirigidas a sacar (limpiar) la ciudad de venezolanos, trasladándolos a otras regiones lo mas rápido posible, sin un interés real en la situación humanitaria. Partimos temprano hacia Colchane; Gloria ha llenado el auto con mochilas de la OIM con alimentos y diferentes elementos de sobrevivencia básica para las personas que se encuentran en medio del camino. No muy lejos de la ciudad comenzamos a ver a las primeras personas, que tratan de moverse en grupo. Nos encontramos con un hombre que arrastra un carro de niños, camina solo con una chancleta, la otra la ha perdido, tiene puesto varios calcetines en este pie para que no se le queme con el asfalto, los ojos los tiene hundidos y apenas se le puede escuchar si tenemos agua. La entrega de la mochila contiene varias bebidas hidratantes. El segundo grupo es una familia conformada por dos niños y 5 adultos entre los que se encuentra un anciano. Nos impresiona la sonrisa que nos entregan los niños, vienen desde Venezuela hace 3 meses, caminando por el desierto de Atacama y son capaces de atravesarte con solo este gesto.
Nos seguimos encontrando estas pequeñas manchas negras en el camino, que caminan en fila como hormiguitas, como espejismos en medio de la inmensidad de la nada ocre. Hombres con muletas improvisadas, niños cargados brutalmente, mujeres desvanecidas, dos jóvenes muy enteros que vienen viajando con su perro desde Venezuela y con el que comparten su agua, niños enfermos, las noches que han pasado en el desierto calan a cualquiera, un padre desarmado nos suplica que lo devolvamos a Colchane, se ve muy mal y su hijo menor está con asma (Covid quizás), su hijo de unos 11 años me mira fijamente como interrogándome, no puedo sacarme de la cabeza esta mirada. El padre viene desde Santiago, él ya ha encontrado trabajo y ahora vuelve a repetir el viaje para recuperar a su familia. Nos bajamos todos y esperamos que el conductor los traslade de vuelta para que los atiendan en Colchane.
En Colchane, nos encontramos con unas 300 personas agolpadas en las inmediaciones de la frontera, en carpas improvisadas; otras con las mochilas en el suelo como en espera de algo mirando al vacío. Dentro del control fronterizo se encuentra el campamento con unas 10 carpas con personas que están a la espera de ser trasladadas. Me extraña mucho cuando me piden que salga del control fronterizo, mientras por todos los lados hay un constante cruce a pie. Nos entrevistamos con el encargado del control fronterizo y la encargada del refugio que no quieren que haga fotos, porque han tenido muy mala experiencia con la prensa. Parece inexplicable que este campamento y el de Lobitos, que visitaremos mas adelante, estén asignados por el gobierno a una productora de eventos. Recuerda esas asignaciones, a lo menos sospechosas, de los hoteles sanitarios asignados solo a algunas empresas “amigas”. Pero lo más grave es que las personas que dirigen estos campamentos carecen de conocimientos profesionales para abordar las complejidades desbordadas que se dan en este contexto, sin mencionar la falta de muchos más profesionales que se necesitarían para abordar verdaderamente esta complejidad. Ante un problema que no tiene solución, ante lo ridículo de las informaciones noticiosas informando de la crisis migratoria en el norte, no entendiendo que es un problema del país y más aun del continente, se siguen tratando estos territorios como extremos, solo con un interés extractivista y con una política de frontera ochentera, como si se hubiera quedado instalada la idea nacionalista pinochetista del territorio. Luego de ver a estas familias en condiciones inhumanas caminando en medio del desierto, que parecen decirnos: “Nosotros somos las malas noticias, el mundo se esta cayendo a pedazos”, parece ridículo que no sean declaradas como refugiados y que se puedan utilizar los mecanismos que existen para estos casos y no queden en el abandono total en la inoperancia de este gobierno. por  Fuente: https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2022/02/13/les-tengo-malas-noticias-yo-soy-las-malas-noticias/
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Reseña

Este trabajo analiza más de 370 testimonios de mujeres víctimas de la Dictadura Militar Chilena (1973 – 1990) desde una perspectiva de género, indagando en el impacto diferenciado de la violencia que se ejerció sobre las mujeres, y profundizando en las diversas dimensiones en las que operó la violencia de género por parte del régimen militar. Desde la tortura sexual, física, psicológica y moral, hasta la violencia económica, simbólica, el estigma social, posteriormente la impunidad estatal y el negacionismo.

Metodológicamente se trabajó, principalmente, desde un enfoque cualitativo basado en las vivencias de mujeres, mayoritariamente narradas desde el propio discurso, que pasaron por distintos centros de detención, como también mujeres que fueron violentadas en otros contextos, tales como: persecuciones, allanamientos, hostigamientos, entre otros.

También se abordó cuantitativamente el conjunto de testimonios del Archivo FASIC para la selección de casos, y para construir la caracterización de las mujeres que entregaron testimonios, a fin de dimensionar cómo se distribuían, en términos de edad, situación, lugar y año en que se dio la violencia de género, entre otras variables consideradas.

Por otra parte, se analizaron casos similares de violencia hacia mujeres en contexto de otras dictaduras en América Latina, revisando casos, metodologías, y características de la violencia, principalmente basados en informes de Comisiones nacionales de verdad y justicia.

El trabajo en concreto, logró ratificar que la violencia de género cometida por el régimen militar fue sistemática, y extendida durante toda la dictadura. Por tanto, hablamos de una política de Estado, que se aplicó de manera transversal, para disciplinar e inhibir a las mujeres que desafiaron y se rebelaron contra ese orden y sus lógicas impuestas. Al mismo tiempo, esta violencia actuaba como mensaje de la posición y lugar que debían ocupar las mujeres en la sociedad, desde una lógica hegemónica y patriarcal.

La evidencia demuestra que no han habido avances significativos en términos de reconocimiento, justicia y reparación, por ende continúa siendo un tema pendiente, una herida abierta. En este sentido, problematizar contribuye a la visibilización, y con ello colocar este elemento de análisis en las problemáticas de violaciones a los Derechos Humanos, también vincularlo a las nuevas demandas de las mujeres, con objeto de que se desarrollen propuestas con perspectiva de género para que nunca más se vuelvan a repetir estas violaciones a los Derechos Humanos de las mujeres.

Autor: Milena Alemany
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